2018-08-12 713
Por: Felipe Medina.
Reformas y más reformas es lo que anuncia Duque para proyectar el país al desarrollo, porque ahora sí van a hacer lo que antes no hicieron, pero realmente lo que busca es que le otorguen facultades plenipotenciarias que le permitan decidir a su libre antojo, mientras a la ciudadanía que clama por mejores condiciones de vida la someten a una infinita incertidumbre; Es de entender que si proponen reformas constitucionales es para abrirle paso a sus propósitos que en últimas son un golpe a la misma constitución y que generalmente son peor, que es lo que ha sucedido en Colombia, donde como resultado de ello la constitución de 1991 ha sufrido 46 reformas y el desarrollo del país no aflora por ningún lado.
Como consecuencia de la constitución del 91 y con el sofisma de “bien venidos al futuro” con el revolcón de Gaviria, no olvidemos que a éste lo presentaban como una figura nueva sin compromisos ni con la vieja casta política ni la económica que venía rigiendo los destinos del país, simultáneamente con el mismo recetario presentaron al hoy electo presidente, donde todos resultan ser el continuismo, pero lo innegable es el rumbo desastroso que tomó el país en sus eventos políticos que de nada le han servido al desarrollo, tales como: los cacareados Tratados de Libre Comercio que de libre no tienen más que el nombre y que han jugado un papel altamente negativo frente a la producción nacional, La ley 100 que permitió la intermediación financiera para convertir la salud en un negocio y que con toda la razón ha recibido el repudio social, el proceso de privatización con lo que le arrebataron al país sectores estratégicos para el desarrollo y la producción nacional, para colmo a la crisis viene el endeudamiento externo y las desastrosas reformas tributarias, (mas sal en la llaga); La Apertura Económica lo que trajo fue desindustrialización en la producción y la industria hoy es notorio cómo las ventas en el exterior se reducen, mientras nuestro mercado lo copan mercancías foráneas, el comercio está sometido a la competencia desatada entre monopolios que se encargan del mercadeo de la superproducción de las potencias que arremeten contra los llamados países del tercer mundo. Mayores no podrían ser los desastres del nuevo colonizaje al país y a todo esto se suma el mar de corrupción, saqueo y vasallaje.
En el marco de las reformas, la engañifa radica en presentar unos planes de reactivación económica en una estela de propuestas a largo plazo, sustentadas en marcos teóricos muy respaldadas por equipos encargados de ellos, como supuestas soluciones a los graves problemas del país, permite un amplio margen de ilusión en el que caen muchos de los sectores vacilantes ya por la fuerza de las injerencias externas que necesitan del concurso de pillos que les sirvan de puente o por el oportunismo, aprovechando las garantías que les brindan, colocando todo al servicio de sus conveniencias y que defienden como una redención creyéndose y haciendo creer que el capital externo vendrá a salvarnos a partir de las alianzas público-privadas, al tanto que se dedican a acallar las voces que a lo largo y ancho del país nos colocamos al orden del día contra ese populismo.
En virtud a esto no es extraño que se esté cocinando un nuevo periodo de incertidumbre con el embeleco que es lo requiere Colombia para salir del subdesarrollo.
Es indiscutible que los colombianos clamamos por transformaciones substanciales y profundas un el modelo político, económico, financiero y fundamentalmente en cómo relacionarnos con el mundo, en un marco bilateral de respeto, beneficio.
recíproco. Cosa muy distinta a las añejas y baratijas propuestas aplicadas por estos gobiernos, que incluso luego de demostrado el fracaso de la apertura se atrevían a decir “es que no estábamos preparados”. Si no estábamos preparados para competir queda claro que sí lo estábamos para que destruyeran nuestra economía.